A menudo se ha especulado sobre aspectos de la vida y la muerte de grandes mitos -como John Lennon, Diana de Gales, Marilyn Monroe o Elvis Presley - que durante décadas se han considerado verídicos. Como las circunstancias que rodearon la muerte de Pablo Neruda, el “poeta del pueblo”, que murió el 23 de septiembre de 1973 en una clínica de Santiago de Chile pocos días después del golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende.
Es algo irrefutable que el diplomático chileno sufría un cáncer de próstata, pero en los últimos años han surgido dudas sobre la causa de su deceso. Una teoría que cogió impulso el año pasado cuando un equipo internacional de forenses reveló que el premio Nobel de Literatura de 1971 no murió por caquexia, alteración profunda del organismo provocada por algunas dolencias, a pesar de que así consta en el certificado de defunción.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores se basaron en pruebas genómicas y proteómicas que se realizaron en laboratorios especializados de Dinamarca y Canadá. Además, el estudio descubrió la presencia de una bacteria potencialmente mortal en un molar del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), si bien los expertos admitieron que necesitaban indagar más para obtener una respuesta concreta sobre qué provocó realmente el fallecimiento.
La familia del fallecido poeta denunció a principios de este mes de septiembre que dicha investigación está paralizada por culpa de la deuda que el Gobierno chileno tiene con dos laboratorios internacionales. El impago ha impedido que se realice una última pericia en un laboratorio de Canadá, cuyo resultado es fundamental para la resolución del caso, según señaló el sobrino de Neruda y abogado de la familia, Rodolfo Reyes.
Los restos de Pablo Neruda fueron exhumados por orden judicial en 2013 a raíz de una querella por homicidio y asociación ilícita que el Partido Comunista y uno de sus sobrinos interpusieron después de que el chófer del poeta asegurase que fue envenenado por agentes del gobierno militar con una inyección en la clínica donde estaba internado. No obstante, la investigación no encontró ninguna evidencia clara que apoyase esta teoría.
Según el profesor de Filología de la Universidad de Navarra y experto en Literatura Hispanoamericana, Javier de Navascués, esta hipótesis podría obedecer “al deseo íntimo de tener un Lorca en Chile”. Y añade: “A mí me explicaron que Neruda se murió de pena. Sin duda, estaría muy apenado, evidentemente, la situación de Pinochet le debió de influir, pero no lo asesinaron”.
En este sentido el profesor José Daniel Barquero Cabrero recuerda en su reciente ensayo sobre Pablo Neruda que días antes de su ingreso hospitalario los militares insurrectos asaltaron dos de sus casas, la del “Cerro San Cristóbal” y “La Chascona”, en Santiago, donde le confiscaron sus libros y sus colecciones, algunas de las cuales fueron destrozadas.
Además, los militares ordenaron a las librerías retirar sus obras y algunos de sus libros fueron quemados “como escarmiento público” a los ciudadanos que se acercaran “a los ideales comunistas y socialistas”, explicó el director general de la ESERP Business Et Law School en Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca durante la presentación de su libro Pablo Neruda. Ensayo biográfico inédito de la infancia, adolescencia y juventud . Un trabajo que incluye, entre otros documentos, dedicatorias manuscritas del autor a otros escritores -como Julio Cortázar, Rafael Alberti o Homero Arce-, así como una oda compuesta especialmente para la artista Violeta Parra.
“Él entra de urgencias en un hospital con fiebre. No se sabe si le ayudaron a morir por miedo a un levantamiento de masas”, sostiene Barquero. Al respecto, cabe destacar que Neruda mantenía una estrecha amistad con Salvador Allende, que murió el mismo día del Golpe de Estado de 1973, tan sólo 12 días antes que el poeta. Los entresijos de esta relación se exploran en el libro Pablo Neruda y Salvador Allende. Una amistad, una historia (Editorial RIL, 2014).
Sin embargo, el profesor se decanta por la hipótesis de que la dolencia que padecía el que fuera íntimo amigo de Federico García Lorca y de tantos otros autores de la generación del 27 “probablemente se acrecentara con el disgusto al ver el dolor de su pueblo”. Un amargo final para un hombre que fue capaz de endulzar el corazón de millones de personas con poemas como este:
Puedo escribir los versos más tristes esta noche / Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos» / El viento de la noche gira en el cielo y canta / Puedo escribir los versos más tristes esta noche / Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
El legado poético de Neruda
Más allá del debate sobre las circunstancias que rodearon la muerte del poeta, es innegable que el legado nerudiano continúa siendo estudiado en las universidades y un referente para los compositores de obras poéticas, tal como sostiene el profesor de Literatura Hispanoamericana, Javier de Navascués. “Lo que Neruda fue en algunos libros anticipa un poco a los éxitos comerciales de cierta poesía de hoy”, dice en alusión a poetas como Marwan o Loreto Sesma.
Pero en contraste con la más popular de sus obras -Veinte poemas de amor y una canción desesperada-, que el chileno escribió con 18 años, su poesía se vuelve más oscura y compleja en otras etapas vitales, tal como se puede apreciar analizando su extensa obra, compuesta por 45 libros, más diversas compilaciones y antologías.
“Hay varios Nerudas”, expone Navascués, y pone como ejemplo el registro que “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, según Gabriel García Márquez, desarrolla en Residencia en la tierra(1933), que escribió con la soledad del aislamiento que vivió durante el tiempo que ostentó el cargo de cónsul en Singapur.
Hay cementerios solos /tumbas llenas de huesos sin sonido / el corazón pasando un túnel /oscuro, oscuro, oscuro / como un naufragio hacia adentro nos morimos / como ahogarnos en el corazón /
como irnos cayendo desde la piel al alma. (Residencia en la Tierra, 1933)
En otro de sus registros, el político, Neruda se muestra comprometido con la libertad, la República española y más tarde, con la causa comunista. Una de las anécdotas curiosas de su biografía es que en noviembre de 1938 se llegó a repartir entre las autoridades políticas y militares de la República la primera edición de España en el corazón, editado en el Monasterio de Montserrat.
Una infancia ‘complicada’
Un hecho que sorprendió, incluso, al propio autor, como se desprende de este comentario pronunciado por Neruda: “Creo que pocos libros, en la historia extraña de tantos libros, hayan tenido tan curiosa gestación y destino”. En Confieso que he vivido (Seix Barral, 1974), el autor expone tanto su concepción del arte y de la poesía como los motivos que le llevaron a defender hasta el final de su vida sus conocidas posiciones políticas.
Biografía en la que el artista tampoco pasa por alto su relación con García Lorca, Alberti, Miguel Hernández, Eluard, Aragon, así como su amigo Salvador Allende. Sin embargo, advierte José Daniel Barquero, el poeta “hace pocas referencias a su infancia y adolescencia” en sus memorias, a pesar de que ésta fue una etapa “complicada” para Neruda marcada por el fallecimiento de su madre dos meses después de su nacimiento.
Un poeta con lado oscuro
Pero este no fue el único hecho trágico en su biografía. Su única hija –Malva Marina Reyes, fruto de su matrimonio con Maria Hagenaar Vogelzang - nació con hidrocefalia severa, por lo que fue repudiada y ocultada por su padre durante los ocho años que vivió, como narra en Malva (Ed. Rey Naranjo) la poeta neerlandesa Hagar Peeters. Una revelación que dejó al descubierto la cara más tenebrosa y cruel de Neruda.
Aún así, los expertos coinciden en que no tuvo una vida fácil. Su compromiso con sus convicciones políticas le llevaron a vivir como un fugitivo en Chile –una etapa en la que gestó la que él consideraba su obra más importante, Canto general (1950)-, llegar a exiliarse y seguramente ser asolado por una gran pesadumbre los últimos días de su vida.
A esto se suma que sus restos mortales fueron cuatro veces enterrados hasta que en abril de 2016, 43 años después de su muerte, se cumplió el deseo que el poeta expresó en Canto general: “Compañeros, enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco”. La historia dirá si Neruda descansa ya por fin en paz.
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