lunes, 29 de octubre de 2018

Muñecos Malditos: claire


Claire es una muñeca de porcelana que pertenecía a una señora mayor llamada Marian. Ella decide regalarle la muñeca a su vecina de 8 años Jill Phillips, ya que cree que es parecida a su vecinita y como muestra de afecto decide obsequiarla. Desde el primer instante la niña acepta el regalo pero no se siente cómoda con ella le ve algo extraño, pero decide guardarla en su pieza y dejarla en una mecedora, ahí sin más. Lo difícil de creer pero así queda documentado, es que la niña por las noches escuchaba como si alguien correteara alrededor suyo mientras dormía...como si alguien se riera cerca suyo.

Ella le cuenta a sus padres pero estos no le creen, piensan "es una niña pequeña, le tiene miedo a la oscuridad y a dormir sola, ya se le pasará". La cosa se vuelve fea cuando Jill ve que en su cuarto se abre el armario donde guardaba sus muñecas y estas se empiezan a mover, por si fuera poco, la mecedora donde estaba Claire se balancea sola junto con la muñeca que cruza los pies y gira la cabeza hacia Jill.

Ante el ataque de pánico de Jill los padres la llevan urgente al hospital. Lo que después se supo de la historia es que Marian la anciana que le había regalado la muñeca, vivía en una casa donde alrededor de 1900, en las vías que pasaban debajo de su propiedad, hubo un desastroso accidente de tren con 38 victimas fatales.

Marian nunca supo de donde vino la muñeca, solo que estaba en su casa cuando ella se muda alli, la encuentra en su armario y a raíz de cosas que le pasaban decide obsequiarle la muñeca a Jill Phillips.


Actualmente Jill conserva a Claire en una Casita de madera que ella misma le hizo.

viernes, 26 de octubre de 2018

Muñecos Malditos: Robert, la aterradora historia que inspiro a Chuky


La leyenda cuenta que en el año 1896, Robert Eugene Otto, un pequeño niño que vivía junto a sus padres en una casa de la localidad de Key West, Florida, Estados Unidos, recibió un regalo que le hizo una criada de la servidumbre: un muñeco de tres pies de altura, relleno con paja, cosido con alambre y vestido con un traje blanco de marinero. El niño, a quien sus padres llamaban simplemente “Gene”, bautizó de inmediato al muñeco con su propio nombre, Robert.
Lo que el pequeño niño y sus padres no sabían era que el personal de la servidumbre, criados negros traídos de la isla de las Bahamas, eran practicantes de vudú y magia negra, cosa habitual en algunas comunidades caribeñas, y que el muñeco no era tan inocente como aparentaba. Como sea que fuere, desde el primer momento el niño se encariñó en demasía con el muñeco. Hablaba con él y procuraba no separarse de él en ningún momento.
Pero los padres de Gene, que pensaban que Robert era una especie de amigo imaginario, comenzaron a preocuparse cuando comenzaron a escuchar a su hijo hablando con alguien más, mientras se encontraba encerrado solo en su habitación, como si alguien más aparte de él se encontrara en su pieza. Al mismo tiempo, los vecinos afirmaban que cuando la familia Otto salía de la casa, veían al muñeco asomándose por las ventanas de la casa, como si el juguete hubiera comenzado a moverse por sí solo. Para empeorar las cosas, el niño comenzó a experimentar atroces pesadillas al tiempo que les contaba a sus padres que Robert había comenzado a moverse por cuenta propia. En una ocasión, mientras el niño dormía, se escuchó un estruendo en su habitación. Cuando sus padres fueron a verlo encontraron la mayoría de los muebles volcados y al muñeco tirado al pie de la cama. Cuando le preguntaron a su hijo por qué había hecho eso, éste les respondió llorando: “No fui yo, fue Robert”.
Sospechando que algo extraño pasaba con el muñeco, los padres del niño decidieron sacar el juguete de la pieza del niño y dejarlo tirado en un rincón del ático de la casa. No quisieron botarlo, pues su hijo se había encariñado demasiado con él. Con el paso del tiempo, Robert quedó arrumbado en ese lugar, cubriéndose de polvo.
Años más tarde, muertos los padres de Gene, éste, convertido en un pintor, recibió como herencia la casa donde había pasado su infancia, así que decidió mudarse a su nuevo hogar en compañía de su flamante esposa. Quería aprovechar el amplio espacio de su antigua vivienda para poder pintar sin problemas y, sobre todo, darle un adecuado uso al bello mirador de la casa, una bella torre de madera de tres pisos.
No pasó mucho tiempo cuando Gene descubrió en el ático a Robert, su olvidado compañero de juegos. De inmediato lo rescató del polvo y lo instaló en el mirador. A partir de ese momento, el estrecho vínculo que había entre el otrora niño y su muñeco volvió a hacerse presente, lo que provocó un clima extraño y ominoso en la casa.

Sucesos sobrenaturales
A contar de ese momento se reanudaron los reportes de sucesos sobrenaturales protagonizados por el muñeco. La esposa de Gene afirmaba, espantada, que la expresión del rostro del muñeco cambiaba a veces, como si de repente hubiera comenzado a experimentar emociones. Algunos vecinos, por su parte, comentaban que habían visto a Robert desplazarse por la casa y los niños de las escuelas cercanas evitaban pasar frente a la casa de los Otto, pues afirmaban que Robert se agazapaba detrás de las ventanas del mirador mientras los espiaba. Gene y su esposa, de hecho, dejaron de recibir visitas porque ya nadie quería visitarlos por temor a toparse con el escalofriante muñeco.
Cansado de Robert y sus “travesuras”, Gene decidió devolver a su viejo amigo de la infancia al ático, aunque la gente que visitaba al matrimonio afirmaba que, a veces, se escuchaban pasos en los cuartos del piso de arriba e incluso algunas inexplicables risas que se escuchaban en ciertas partes de la residencia.
Gene Otto murió en 1972 y su esposa vendió rápidamente la casa. Robert quedó olvidado de nuevo en el ático hasta que una nueva familia se instaló en la casa y Robert fue descubierto por la hija de aquella familia. La pequeña, una niña de 10 años, se emocionó mucho cuando lo encontró e inmediatamente lo bajó a su habitación junto con sus demás muñecos. Sin embargo, al parecer, la niña no pareció simpatizarle a Robert, que parecía extrañar a su antiguo dueño. La niña comenzó a gritar de terror por las noches, alegando a sus padres que el muñeco, que había sido puesto sobre su cama junto a unas muñecas, trataba de matarla.
El muñeco Robert (o “Robert, the doll”, según su traducción al inglés), finalmente fue sacado de la casa de la familia Otto y trasladado al Martello Gallery-Key West Art and Historical Museum, lugar donde se encuentra en la actualidad. Todavía abraza su león de peluche y viste su traje blanco de marinero, pero sigue dando que hablar. Algunos trabajadores del museo afirman que en el mes de octubre el muñeco se vuelve más “activo”, y por las noches se pueden oír golpeteos contra el vidrio de la recámara transparente donde se encuentra. Y no sólo eso, pues a veces el muñeco aparece levemente recargado sobre la vitrina de exhibición, como si se hubiera movido por sí mismo.
Lo más curioso, en todo caso, es que se comenta que al fotografiarlo o grabarlo en video, las cámaras dejan de funcionar o bien las fotos aparecen borrosas o defectuosas. Los encargados del museo y la misma leyenda que rodea al muñeco Robert afirma que los visitantes deben pedirle permiso si quieren sacarle una foto, pues de lo contrario una posible maldición podría recaer sobre éstos. Se comenta, de hecho, que la gran cantidad de cartas y fotografías que pueden verse pegadas en las paredes del cuarto donde se encuentra Robert son solicitudes de gente que lo fotografió sin permiso y que le ruegan que les levante la maldición que parece haber caído sobre ellos.
Estos extraños sucesos inspiraron la película “Chucky”, la famosa película que trata precisamente de las macabras “travesuras” cometidas por un muñeco diabólico que es regalado a un inocente niño.

martes, 23 de octubre de 2018

Muñecos Maditos: Annabelle la verdadera historia de la muñeca maldita


La muñeca fue un regalo de una madre a su hija Donna en 1970, quien estaba en ese momento estudiando enfermería. La joven, de 18 años, colocó el presente en la habitación del apartamento de estudiante que compartía. Le ayudaba a recordar a su madre. Pero poco a poco, empezó a ver cosas extrañas, como narró después.
La Annabelle de la película (izda) y la real, en el museo Warren (dcha)
Según su testimonio, la muñeca aparecía diariamente en una posición diferente a la que la había dejado, con las piernas cruzadas, los brazos en distinto ademán... hasta el punto de que, con el tiempo, Donna llegó a afirmar que hasta cambiaba de habitación. La cosa no acabó ahí, puesto que empezaron a aparecer notas escritas por alguien desconocido con mensajes como «Ayúdanos» o «Ayuda a Lou». Y, un día, descubrió un hilillo de lo que parecía sangre bajo la muñeca...
La situación provocó que la asustada aprendiz de enfermera y su compañera de piso, Angie, llamaran a una medium para que intentara averiguar lo que estaba pasando (desde un punto de vista paranormal, claro). La experta en estos fenómenos acudió al lugar y, después de una sesión, les informó de que el espíritu de una niña de 7 años llamada Annabelle Higgins había poseído a la muñeca. La menor, al parecer, había fallecido en el lugar.

Pesadilla y llegada de los Warren

La situación se volvió más grave poco después, cuando un amigo de Donna que frecuentaba la casa, Lou, se quedó dormido y despertó sin ser capaz de moverse -según su relato-. Luego vio a la muñeca intentar estrangularlo hasta el desmayo... y se despertó al día siguiente. Aunque pensaba que su vivencia no había sido un sueño, Lou siguió acudiendo al apartamento y, en otra ocasión, escuchó sonidos en el cuarto de Donna, que estaba vacío. Entró y comprobó que en el interior solo se encontraba la muñeca Annabelle, en una esquina. Se dirigió hasta el objeto y, después de sentir que alguien estaba tras él, descubrió varios arañazos en su pecho (cuatro horizontales y tres verticales), que se curaron al día siguiente, aseguró entonces.
A seguido de estos sucesos Donna llamó a varios miembros de la Iglesia, que contactaron con el matrimonio Warren. Ed y Lorraine, ya conocidos por sus estudios de fenómenos paranormales, investigaron el caso y llegaron a la conclusión de que ningún espíritu humano había podido poseer al juguete. Tenía que haber sido un demonio. Por ello, pidieron a un religioso, el padre Cooke, que practicara un exorcismo en el apartamento para limpiar la casa. Acto seguido, los Warren cogieron la muñeca y se la llevaron con ellos... sin que se conocieran más agresiones ni otros sucesos extraños hasta la fecha.
La verdadera muñeca Annabelle (en las imágenes de arriba, junto a Lorraine Warren) todavía puede contemplarse hoy en día en el Museo de lo Oculto de Ed y Lorraine Warren, en Monroe (Conneticut, EE.UU.). Aunque las visitas están restringidas, es posible tener acceso al lugar a través de diferentes eventos que el lugar organiza periódicamente. El objeto permanece encerrado en una caja de madera, sellada con un cristal. Un cartel advierte a los visitantes del supuesto peligro que encierra este aparentemente simpático juguete. Por si acaso, un sacerdote acude al lugar dos veces al mes para echar agua bendita sobre Annabelle.

miércoles, 17 de octubre de 2018

obsolescencia programada

Cada historia tiene un comienzo, pero pocas veces se le puede poner una fecha exacta. La de la obsolescencia programada, por increíble que parezca, sí tiene un punto de partida exacto. El 23 de diciembre de 1924 se reunieron en Ginebra los principales fabricantes mundiales de bombillas, entre ellos compañías como Osram, Phillips o General Electric. Allí firmaron un documento por el que se comprometían a limitar la vida útil de sus productos a 1.000 horas, en lugar de las 2.500 que alcanzaban hasta entonces. El motivo, claro está, era lograr mayores beneficios económicos. Había nacido el primer pacto global para establecer de manera intencionada una fecha de caducidad a un bien de consumo.

Este acuerdo oficializaba una nueva era del consumo. A partir de entonces, los fabricantes incorporaron un principio en su modelo de negocio que quedó plasmado en un texto de la revista Printer’s Ink en 1928: “Un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios”. En la década de los cincuenta se le puso un nombre: obsolescencia programada. En unos EE UU en plena expansión comercial, el diseñador industrial Brooks Stevens popularizó el término, que definió de manera elocuente: “Instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”.

“Aquella obsolescencia era un modelo de clases medias, planteaba un bienestar general, un consumo más generalizado y no reducido a círculos burgueses”, explica Luis Enrique Alonso, catedrático de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid y autor de libros como La era del consumo. Sin embargo, a medida que la tecnología se desarrollaba y alcanzaba mayores niveles de complejidad, la obsolescencia fue separándose de esa visión naïf y positiva del consumo al alcance de todos y el crecimiento económico al que no se le adivinaba un fin. “Ahora es un fenómeno muchísimo más diseminado e integrado, se ha convertido en algo mucho más sibilino y poderoso”, apunta Alonso. El motivo ya no está en los bienes de consumo, sino en nuestra cabeza.

La realizadora alemana Cosima Dannoritzer empezó a trabajar a finales de la década pasada en un documental que abordaba el fenómeno de la obsolescencia programada. “Cuando comencé a interesarme por el tema pensaba encontrar algunas empresas que utilizaban esa práctica para ganar más dinero, pero me di cuenta de que se trata de algo sistémico, que toda nuestra economía depende de ella”, recuerda. Su documental, Comprar, tirar, comprar, estrenado en 2011, proporcionó una visión global sobre los peligros de este ciclo infinito del consumo, y sus consecuencias más allá de nuestros bolsillos.

“La economía del crecimiento difunde un miedo a salir de ese sistema”, afirma Dannoritzer. “Parece que si no existiese ese crecimiento nos volveríamos pobres, que no tendríamos trabajo, casi como una vuelta a la Edad Media… pero no es verdad. Ha habido otros sistemas antes y habrá otros después”. Luis Enrique Alonso confirma este fenómeno que varios autores han denominado obsolescencia psicológica o cognitiva. “Hay un discurso de la amenaza muy fuerte: individuos que se van a quedar fuera del sistema funcional si no tienen determinados productos. La obsolescencia ya no tiene ese sentido positivo de llamar al crecimiento y el bienestar, sino que incluye un elemento de exclusión”.
La publicidad ha jugado un papel clave en este cambio en nuestra psique que nos empuja a querer, por ejemplo, ese smartphone nuevo sin plantearnos siquiera si el que ya tenemos todavía funciona. “Si ves los anuncios de hace dos o tres generaciones, vendían que su producto era mejor, que su coche era más rápido, pero ahora a veces ni te muestran ese producto. Vinculan los objetos y la función que tienen a nuestras inseguridades”, explica Dannoritzer. “Dentro de este contexto, hemos aceptado como algo normal el hecho de tirar un objeto cuando ya no funciona. Lo vemos como un derecho: yo lo puedo tirar y alguien se tiene que ocupar de esos residuos. Y no es tan fácil si pensamos en el futuro y lo que puede pasar con nuestro planeta”. La directora alemana apunta a otra de las consecuencias de la obsolescencia, quizás la más apremiante y amenazadora.
En 2025 se generarán 53,9 millones de toneladas de desechos procedentes de productos electrónicos, según la Oficina Internacional de Reciclaje (Bureau of International Recycling). Pero gran parte de esa chatarra no está a nuestra vista, sino en lugares como Agbogbloshie, una zona cercana a Accra (Ghana) que se ha convertido en un inmenso vertedero al que van a parar esos teléfonos, ordenadores o electrodomésticos que dejaron de funcionar y que era más sencillo reemplazar que arreglar. Otros países como Pakistán son el destino final de los 41 millones de toneladas de basura electrónica que generamos cada año, según Naciones Unidas.
“La economía del crecimiento y la obsolescencia programada no funciona a largo plazo porque no podemos acelerar siempre, hay un tope de recursos, de energía”, advierte Dannoritzer. “Es un sistema que funcionaba bien en la década de 1920, en los años 30, 40… pero no es algo que se pueda mantener. O nos quedamos sin recursos y energía o llenamos el planeta de basura innecesaria”. En su documental Comprar, tirar, comprar, el economista Serge Latouche, partidario de la ideología del decrecimiento, lo expresa de manera más gráfica: “Con la sociedad del crecimiento vamos todos en un bólido que ya nadie pilota, que va a toda velocidad y cuyo destino es un muro”.
“La obsolescencia programada está íntimamente relacionada con el modelo de crecimiento, que es depredador del medio ambiente”, asegura Luis Enrique Alonso. “Da la impresión de que si se instauran medidas más restrictivas se ralentiza el crecimiento, algo que puede tener un coste político”, prosigue el catedrático de Sociología. “Cada vez tenemos más referencias y modelos posibles de convivencia, más racionales y sostenibles y, sin embargo, impera el corto plazo de la política económica, que solo toma el crecimiento del PIB como referencia. La supervivencia de las políticas económicas y de los propios gobiernos se rigen por esos indicadores”.
“La lucha empieza ya con el diseño de los productos, con conseguir que se diseñen cosas que se puedan arreglar”, defiende Cosima Dannoritzer. “Por ejemplo, es muy difícil que puedas cambiar ahora tú mismo una batería de ordenador. También deberíamos tener más información. Disponer, entre otros, de una etiqueta que te diga cuánto dura un producto, o cuánta energía se ha empleado para confeccionarlo. Deberíamos tener ese derecho”.
  • Salir de la rueda
Cuando los fabricantes de bombillas se reunieron en Ginebra en 1924, una de esas sencillas fuentes de luz llevaba ya 23 años alumbrando de forma ininterrumpida un parque de bomberos de Livermore, en California. Hoy, esa bombilla sigue encendida 117 años después, convertida en una atracción turística local, pero también en el símbolo de la posibilidad de crear productos mucho más perdurables que lo que dicta el mercado obsolescente.
La bombilla del parque de bomberos de Livermore (California) funciona desde 1901
“Es necesario un nuevo pacto social en el que se incluyan unas reglas de juego más racionales, y que no parezca que el consumidor final es el que tiene que arreglar todo el desaguisado”, explica Alonso. Lo cierto es que la concienciación sobre los efectos de la obsolescencia va creciendo, no solo entre los ciudadanos. Francia es el país de la Unión Europea que se ha tomado más en serio la lucha contra la obsolescencia, estableciendo penas de hasta dos años de prisión y multas de 300.000 euros a las empresas que violen las leyes de defensa del consumidor.
Laetitia Vasseur es la cofundadora de HOP, siglas de Halte à l’Obsolescence Programmée (Alto a la obsolescencia programada). Su organización ha trabajado como grupo de presión para que legisladores y empresas rechacen un modelo económico basado en producir objetos tremendamente perecederos. “Antes de las últimas elecciones en Francia, les preguntamos a todos los candidatos sobre su programa en materia de obsolescencia programada”, cuenta Vasseur. “Ahora trabajamos junto al Gobierno para fomentar iniciativas de economía circular”.
Una de las reivindicaciones de HOP pasa por que los fabricantes ofrezcan mayor información sobre sus productos al consumidor. “Sobre todo, que se ponga de manifiesto la durabilidad de esos bienes de consumo, de manera que el consumidor pueda comparar y elegir aquellos productos que duran más”, prosigue Vasseur. “Esta propuesta fue aprobada por el Gobierno y ahora estamos trabajando en su implementación”.
En otros casos, su acción es incluso más directa. A comienzos de este año, HOP demandó a distintos fabricantes tecnológicos, entre ellos Apple y Epson. A la empresa de impresoras la acusan de provocar que sus máquinas dejen de funcionar de manera intencionada por la introducción de un chip que limita su vida útil, algo que también se expresaba en el documental Comprar, tirar, comprar. “Queremos que este tipo de empresas reaccionen y cambien su política”, afirma Vasseur. “Y estamos empezando a ver un cambio de mentalidad en muchas de ellas”.
“En España no se han tomado apenas medidas para combatir esta práctica”, explica Enrique García López, del departamento de comunicación de la OCU. La Organización de Consumidores y Usuarios ha puesto en marcha una campaña informativa contra lo que llaman obsolescencia prematura, con consejos para que el usuario la evite. “Por ejemplo, que elijan productos diseñados de forma que no haya piezas de calidad deficiente, o que el precio de los consumibles no sea superior al del producto nuevo”. Otras asociaciones, como la catalana Millor que Nou [Mejor que nuevo], promueven la reparación de aparatos y el intercambio como alternativa a generar mayor número de desechos tecnológicos.
Esa economía circular es una de las iniciativas que también están siendo apoyadas por la Unión Europea. Según la Eurocámara, las marcas de tecnología deben permitir que se extraigan las piezas de sus productos para ser reemplazadas; por ejemplo, las baterías de los móviles. También se plantea la creación de una etiqueta para productos fáciles de reparar. Sin embargo, en una época en la que la vida útil de los aparatos se reduce cada año, no parece una tarea fácil.
Mientras la legislación avanza en paralelo a la concienciación pública, cada decisión importa. “Siempre digo que cada uno puede cambiar pequeñas cosas”, cuenta Cosima Dannoritzer. “Si me quedo mi móvil un año más no me va a arruinar la vida, y si todos hacemos lo mismo se tirarían menos móviles”. Ya no solo se trata de algo que afecte a nuestra economía doméstica, sino quizás a nuestra supervivencia.

miércoles, 10 de octubre de 2018

NASA presentan una nave espacial, pero hecha de LEGO

Esta es la nave hecha hecha de lego Foto: Twitter
Durante su visita a su Rusia, Jim Bridenstine, administrador de la NASA, grabó un video desde la Plaza Roja de Moscú y lo compartió en su cuenta de Twitter, revelando algunas imágenes que pretendían ser una cooperación entre Estados Unidos y Rusia en la exploración espacial.
Bridenstine tomó como ejemplo el Apollo – Soyuz de 1975, misión que tuvo una contribución de ambos países; sin embargo, el trabajo realizado por la unión de las dos potencias fue mostrada con una versión LEGO, una conocida marca de juguetes.
Este error fue descubierto por el editor espacial del Portal Ars Technica, Eric Berger, quien compartió las imágenes en Twitter, generando cientos de reacciones en la red social.
“El administrador de la NASA está en Rusia y lanzó este bonito video desde la Plaza Roja. Lo que me parece tan gracioso es que, para una foto de fondo del Proyecto de prueba Apollo-Soyuz, alguien de la NASA usó el LEGO de alguien”, escribió Berger en su Twitter.
A ello, el administrador de la NASA aceptó la crítica con humor y justificó el trabajo por el reducido presupuesto, aunque el importe de 18.400 millones de dólares es suficiente para adquirir un par de antiguas fotografías.  
“Nuestros países no se alinean en todo y nuestros intereses son a veces divergentes, pero siempre hemos podido cooperar en el espacio, y eso es importante para Estados Unidos y es importante para Rusia”, comentó Bridenstine.

jueves, 4 de octubre de 2018

HALLAN VIDA EXTRATERRESTRE EN ENCÉDALO


Un equipo de científicos halla pruebas de la existencia, en la luna de Saturno, de grandes moléculas orgánicas compuestas por largos esqueletos de carbono.
De apenas 500 kilómetros de diámetro, Encélado es una luna de Saturno que posee todos los ingredientes para albergar vida más o menos compleja. Esta es la sexta luna más grande de Saturno y recibe este nombre en honor al gigante de la mitología griega, asesinado por los rayos de Zeus y sepultado por Atenea. 
Los astrofísicos saben desde hace tiempo que oculta un enorme océano de agua bajo su manto helado, donde también hay registros de actividad hidrotermal.
Estas dos circunstancias son básicas para el florecimiento de vida, pero ahora un estudio publicado por científicos del Soutwest Research Institute (EE UU) y la Universidad de Hilderberg (Alemania) da cuenta del hallazgo en Encélado de grandes moléculas orgánicas, compuestas por largos «esqueletos» de carbono.
Por tanto, la luna de Saturno posee los tres ingredientes básicos para la vida: agua líquida, una fuente de energía y moléculas orgánicas, al igual que sucede en la Tierra. Uno de los científicos que firman la investigación, Nozair Khawaja, declaró al diario ABC que «es la primera vez que se detectan moléculas tan grandes y complejas en un mundo acuático extraterrestre».

El rover Perseverance captura un eclipse solar desde Marte

  La NASA ha compartido unas extraordinarias imágenes de un eclipse solar captadas por su vehículo Perseverance desde la superficie de Marte...