jueves, 14 de marzo de 2019

El misterio de las líneas de Nazca, ¿resuelto por los arquéologos?

Entre las poblaciones peruanas de Nazca y Palpa descansa uno de los más grandes misterios arqueológicos de todos los tiempos. El desierto, uno de los más áridos del planeta, fue el hogar de la cultura Nazca, que entre los años 200 a.C y 600 d.C creó un conjunto de gigantescos geoglifos, sólo visibles desde cierta altura, que forman figuras animales, humanas y geométricas.
Desde que los arqueólogos empezaron a estudiar las figuras, en los años treinta del siglo XX, se han sucedido decenas de teorías sobre su creación, su significado y, sobre todo, su utilidad. Hoy sabemos con bastante certeza que los habitantes de la zona crearon los geoglifos retirando las piedras enrojecidas de la superficie para que se viera la arenisca blanca que se encuentra debajo pero ¿qué les llevó a crear esas gigantescas figuras?
En un principio los arqueólogos pensaron que las líneas no eran más que caminos, pero cobraron más fuerza otras teorías que aseguraban que las figuras constituían “centros de adoración” pensados para agradar a una divinidad situada en las alturas, e, incluso, formaban un gigantesco calendario, que tenía como propósito apuntar al sol y los cuerpos celestes.
El hecho de que las líneas de Nazca no fueran más que caminos no parece lo más atractivo, pero un grupo de arqueólogos japoneses que ha revelado la situación de 100 nuevos geoglifos de Nazca cree que la primera teoría, que fue formulada por el antropólogo peruano Julio Cesar Tello –el primero que estudió seriamente el yacimiento–, podría ser en parte acertada.

Los geoglifos fueron creados por distintos grupos

Los investigadores de la Universidad Yamagata, liderados por el doctor Masato Sakai, han presentado sus hallazgos en la convención anual de la Sociedad Americana de Arqueología, que se celebró el pasado mes de abril.
Para entender la relación entre las distintas imágenes, Sakai y sus colegas analizaron la localización, el estilo y el método de construcción de los nuevos geoglifos y descubrieron que existen cuatro tipos diferentes de figuras que tienden a agruparse en diferentes rutas, todas ellas con el mismo destino: la ciudad preinca de Cahuachi. Hoy sólo queda en pie una pirámide, pero entre el año 1 y el 500, cuando la urbe vivió su esplendor, era un centro de peregrinación de primer orden y, a todas luces, capital de la cultura Nazca.

“Los geoglifos del tipo A y B [que corresponden a imágenes de cóndores y llamas] se localizan en el área adyacente al Valle de El Ingenio, pero también en el camino que va desde allí a Cahuachi”, ha explicado Sakai a Livescience. “Parece razonable asumir que los geoglifos del tipo A y B fueron dibujados por un grupo del Valle de El Ingenio”.
Los arqueólogos descubrieron que los dibujos cambiaban notablemente en la región más cercana al Valle de Nazca, y la ruta que va de allí a Cahuachi. En ese área hay un estilo distinto de imágenes, caracterizadas sobre todo por mostrar seres sobrenaturales y cabezas a modo de trofeo.
Un tercer grupo de geoglifos, quizás elaborado por ambos grupos, se encuentra en la meseta de Nazca, el espacio que queda a medio camino de ambas culturas.

Ni extraterrestres ni avionetas

En 1968, el escritor suizo Erich von Däniken publicó su libro Recuerdos del Futuro, en el que aseguraba que en la Antigüedad el hombre había contactado con extraterrestres. Fue entonces cuando se popularizaron las líneas de Nazca y se asociaron a éstas todo tipo de fenómenos paranormales. En opinión de von Däniken, los geoglifos eran pistas de aterrizaje para las naves alienígenas.
Aunque la teoría no tenía ni pies ni cabeza, su libro fue un superventas y, desde entonces, la mayoría de la gente piensa que las líneas de Nazca sólo pueden divisarse desde las alturas, algo que es falso, pues todos los geoglifos pueden verse desde las colinas cercanas.
Según los arqueólogos japoneses el uso de las figuras de Nazca fue cambiando con el tiempo. En un principio se crearon por motivos puramente rituales, pero más tarde fueron colocándose a lo largo del camino que llevaba a Cahuachi.Estas figuras no servían para señalizar el camino de peregrinación, que debía estar bien marcado, sino para animar las vistas desde éste, dándole además un sentido ritual.
“Nuestra investigación muestra que los geoglifos del periodo formativo se dibujaron para ser vistos desde los caminos rituales”, explica Sakai. “Sin embargo, las figuras anteriores, del periodo temprano, se utilizaron como centros rituales en los que, por ejemplo, se realizaban destrucciones intencionadas de cerámica”.
Los habitantes de la zona siguieron cuidando algunos geoglifos mucho tiempo después de que perdieran su uso originario, incluso después del colapso de Cahuachi.

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