viernes, 15 de enero de 2021

Las superarmas nazis que podrían haber cambiado la Segunda Guerra Mundial

 

Suele decirse que si los ingenieros nazis hubieran tenido un año más de tiempo para desarrollar sus proyectos armamentísticos, los alemanes habrían arrasado en la Segunda Guerra Mundial. Y no solamente por sus novedosos bombarderos sigilosos a reacción Horten Ho 229, los ovnis ‘de campana’ o los misiles V2, sino por armas que todavía a día de hoy resultan inimaginables. Pero ni los soviéticos y aliados se iban a quedar parados, ni el hipercontrolador Adolf Hitler iba abstenerse de meterse en todos los proyectos. El dictador nacionalsocialista exigió modificaciones absurdas que dieron lugar a los proyectos más monstruosos que se recuerdan y que arruinaron las arcas del III Reich. Desde tanques de 11 metros de altura y 1.000 toneladas de peso, hasta cañones que disparaban sonido o rayos de sol, las ideas de los ingenieros del führer superaron con mucho las películas de ciencia ficción. 

A continuación podrás ver la recopilación de superarmas de la Alemania nazi que jamás llegaron a entrar en combate y que podrían haber dado un giro a la guerra si sus diseñadores hubieran tenido un poquito más de tiempo y un poquito menos de presión. En un artículo de ABC han seleccionado algunas de ellas, pero la realidad es que son tantas y tan locas que dan para escribir varios libros al respecto. Aquí están las peores:

Los cañones de viento, sónico y solar

Parece que Hitler ya apostaba por la guerra ecológica mucho antes de tener conciencia del cambio climático. Así lo demuestra el proyecto del cañón de viento que “podía emitir un flujo pulsante de aire comprimido” que podría aniquilar las tropas enemigas en un radio de cientos de metros. Para ello necesitaba una curiosa mezcla de oxígeno e hidrógeno fuertemente explosiva. “Lanzaba, tras una violenta detonación, un proyectil ‘de viento’, una especie de golpe de aire comprimido y vapor de agua que tenía un efecto similar al de una granada”, explican en el artículo. Tras demostrar que era capaz de destruir blindajes a más de 150 metros llegó a ser instalado en un puente sobre el río Elba pero jamás llegó a ser empleado en la guerra.

Por su parte, el cañón sónico o "schallkanone", tenía como objetivo acabar con cualquiera que se acercase a una distancia de 250 metros. Para ello el doctor Richard Wallauschek, su diseñador, optó por colocar dos reflectores parabólicos conectados por tubos que arrojaban las vibraciones sónicas causadas por la detonación de una mezcla de oxígeno y metano. La onda de choque tenía tanta intensidad que podía matar o generar dolores intensos, similares a una horrible tortura, a quien se expusiera a ella. Debido a lo complejo del sistema nunca llegó a usarse.

Por último, el cañón solar o "martillo de Thor" estaba orientado a eliminar la aviación enemiga con rayos calor que obtenía a base de concentrar los rayos solares con un enorme reflector. Llegó a fabricarse un prototipo que, según cuentan las malas lenguas, desapareció cuando los americanos consiguieron adentrarse en Alemania y hacerse con material militar clasificado en algunas bases del Reich. 

El torbellino antiaéreo

Parecida a los cañones anteriores pero con la particularidad de que funcionaba como un mortero que lanzaba un proyectil de carbón pulverizado y explosivos a gran altura. Básicamente, la explosión generaba un vórtice de aire y carbón lo suficientemente poderoso para atrapar a los aviones enemigos: “Se llegó a la conclusión de que se podrían producir oscuros y enormes torbellinos a base de polvo de carbón con la potencia suficiente para romper las alas y la estructura de los aviones aliados. El alcance del arma se cifró en unos 150 metros”. La realidad es que fue un fracaso.

La bomba de frío

Imagínate traer el infierno de Siberia a cualquier campo de batalla en cuestión de segundos. Con esa idea en mente, la bomba endotérmica apareció como una solución ideal para acabar con la resistencia en zonas en las que era demasiado difícil establecer un combarte cuerpo a cuerpo. “Se trataba de explosivos que serían lanzados por aviones de gran radio de acción y con capacidad para, al detonar, crear una zona de intenso frío que congelaría en un radio de un kilómetro toda forma de vida de manera temporal”, explican en el artículo aunque reconocen que “apenas se tiene información” sobre el proyecto.

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